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La mañana del 9 de junio llegó, y en el aeropuerto Camilo Daza, de Cúcuta, aterrizaba un equipo médico y de voluntarios. Venían de distintas partes de Colombia y también del extranjero: cirujanos maxilofaciales, instrumentadores quirúrgicos, enfermeros, anestesiólogos y fonoaudiólogos. Todos unidos por un mismo objetivo: devolver las sonrisas a decenas de niños.
Día 1: Tuvimos una cálida bienvenida, no solo por las altas temperaturas de Cúcuta, sino por el cariño y la esperanza de todos los niños y sus familias. Algunos esperaban su primera cirugía, mientras que otros anhelaban que fuera la última. La jornada comenzó con el apoyo de la Gobernación de Norte de Santander y un equipo de comunicaciones que organizó un espacio adecuado para las diferentes especialidades. Así dieron inicio las valoraciones médicas. Más de 100 niños y adolescentes fueron consultados y posteriormente programados para cirugías o intervenciones terapéuticas de fonoaudiología.
Esa tarde conocimos a Valentina, una niña de 6 años que llegó al servicio con una sonrisa que iluminaba el lugar. Valiente, saludó al doctor acompañada de su padre, quien, con mucho esfuerzo, viajó desde Villa del Rosario al Hospital Universitario Erasmo Meoz para que su pequeña recibiera tratamiento. Nos contó que su hija nació en 2017 con paladar hendido, lo que ha sido un proceso largo y difícil para ambos. La primera cirugía de paladar fue a los 5 meses, pero no tuvo éxito debido a una ruptura causada por el dolor. Tiempo después, se enteraron de la fundación Healing The Children. Tras una evaluación, se recomendó esperar hasta que Valentina cumpliera dos años para iniciar su tratamiento. Ahora, tras una segunda valoración con el doctor Darío, su cirugía quedó programada para el 12 de junio de 2024.
Día 2: Después de una noche de descanso, todo el equipo se preparaba para la labor clínica. Salimos temprano hacia el hospital, donde comenzamos brindando terapias a aquellos pacientes que no serían intervenidos quirúrgicamente, pero cuyas condiciones mejoraban con tratamiento. En total, 68 niños y adolescentes, de entre 8 meses y 19 años, fueron tratados por el equipo de fonoaudiología, enfocados en mejorar el lenguaje, la función comunicativa y la función oral-faríngea, aumentando así su calidad de vida. Al final del día, exhaustos, fuimos al hotel a descansar, pero llenos de gratitud por las experiencias compartidas y los conocimientos adquiridos.
Día 3: Antes de que saliera el sol, ya nos estábamos preparando para un nuevo día. Tras un desayuno y una charla llena de anécdotas, llegamos nuevamente al Erasmo Meoz. El día prometía ser intenso. En cartelera había cirugías de labio, paladar fisurado y rinoplastias.
Gracias a la docente y fonoaudióloga Martha Gómez, una de las estudiantes, Sharon, tuvo la oportunidad de ingresar a la sala de cirugía. Bajo la supervisión de los anestesiólogos y los cirujanos maxilofaciales, Sharon aprendió mucho, y el equipo quirúrgico también apreció la importancia de la fonoaudiología. Mientras tanto, Adriana, otra estudiante, dedicaba su empatía a cada terapia preoperatoria y asistía a los pacientes en la sala de recuperación bajo la supervisión de Martha Gómez, asegurando un inicio adecuado de la vía oral.
Día 4: La rutina de los días pasados ahora se sentía como un desafío. Hubo un cambio en el acceso de las estudiantes de fonoaudiología a la sala de cirugía, y esta vez fue Adriana quien trabajó codo a codo con los especialistas. Amplió su conocimiento y participó en discusiones médicas. Sharon, por su parte, se convirtió en la nueva cara de las terapias, ganándose la confianza de los niños que la veían como una amiga preocupada por su bienestar. El día fue agotador, pero enriquecedor. De vuelta en el hotel, recuperamos fuerzas para el siguiente día.
Día 5: Desde muy temprano, comenzamos la ronda médica en los distintos pisos de recuperación. Las estudiantes de fonoaudiología, junto con la docente, instruyeron a los padres y cuidadores sobre los cuidados postoperatorios y los planes de rehabilitación casera. Aunque cada uno cumplía su labor de manera individual, la verdad es que sin el trabajo en equipo esta jornada habría sido muy diferente. Mientras Sharon se encargaba de habilitar la vía oral en la sala de recuperación, Adriana atendía a Valentina en la terapia preoperatoria. La pequeña, con su habitual valentía, recibía la atención con amor y alegría, lista para enfrentar la cirugía que cambiaría su vida.
Días 6 y 7: El cansancio era evidente en el rostro de todo el equipo, pero el alma y el espíritu seguían fortalecidos por el aprecio de cada familia. La mañana comenzó con la ronda médica junto a todo el equipo. Valoramos a cada paciente, dimos las indicaciones necesarias y establecimos los planes de tratamiento en casa. En ese recorrido volvimos a ver a Valentina, quien, a pesar del dolor, permanecía atenta y sonriente. Su padre, conmovido, agradeció de corazón, recordándonos que, aunque la vida presenta adversidades, también nos pone en el camino a personas maravillosas. Valentina se encontraba saludable y feliz de haber completado su misión. Posteriormente, continuamos con las terapias preoperatorias y atendimos a los pacientes que salían de cirugía.
La semana terminó, y con ella, un sueño cumplido. Nos despedimos de los niños, muchos de ellos con sonrisas nuevas y esperanzas renovadas. Nuestro equipo médico se sintió honrado de haber sido parte de este cambio, sabiendo que, aunque recorrimos miles de kilómetros, el impacto de esta misión perdurará para siempre en las vidas de estas familias.
Con amor,
Adriana Céspedes
Sharon Puentes
Universidad de Santander UDES. Vigilada Mineducación.
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